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La psicología social como integrador de los intereses laborales

La Psicología social ha jugado un papel importante dentro de los movimientos obreros


El doctor Robert Hoxie en su análisis expresa que la diversidad de formas adoptadas históricamente por el movimiento obrero, en su proceso de conformación y desarrollo dentro de la sociedad industrial es un fenómeno pluralista y multifacético. En consecuencia para su análisis es conveniente ubicarse en la perspectiva de la psicología social, que ve el desarrollo de los grupos sociales como un proceso muy similar al que se da en todos los seres vivientes: nacimiento, conformación, desarrollo, auge y decadencia.

El movimiento sindical, en su expresión primaria y esencial, es funcional. Mientras que su forma estructural es secundaria y dependiente. La forma funcional de sindicalismo es simplemente un caso específico de la psicología social de grupo. Es una interpretación social y una solución pragmática esgrimida por los asalariados, dándose tanta variedad de estos grupos cuantos sean los puntos de vistas virtualmente diferentes.

El tipo estructural representa uno de los modos orgánicos por medio del cual el tipo funcional busca mantener las disciplinas entre sus miembros y poner en práctica sus programas de acción. Se pueden dar tantas clases o configuraciones estructurales cuantos modos orgánicos de combinación efectiva posible.

Organización social en los movimientos obreros 
A través del tiempo los trabajadores se han agrupado de acuerdo a los intereses de cada uno 

Durante un largo periodo de tiempo, el movimiento social prototípico ha sido el movimiento obrero. En efecto, éste reúne todas las características de lo que, desde un punto de vista tradicional, se ha considerado como un movimiento social: la existencia de un agravio, la presencia de un grupo que es consciente de tal agravio, una expiación compartida de sus causas, así como una idea compartida de lo que se debe hacer para eliminarlo y el uso de vías no institucionalizadas para su acción. El movimiento sufragista de las mujeres y, en gran medida, el posterior movimiento feminista, comparten también estas mismas características. Este tipo de movimientos sociales suelen etiquetarse como “tradicionales” y presentan características y peculiaridades que se modificarán con el advenimiento de las nuevas formas de movilización social.

En concreto, como afirman Donatella della Porta y Mario Diani (1999), los movimientos que empezaron a surgir a partir de los años sesenta pusieron de manifiesto las dificultades que tenían para ser comprendidos por las dos principales corrientes sociológicas de la época, el modelo marxista y el modelo estructural-funcionalista. Un aspecto particularmente sorprendente fue que estas perspectivas tampoco podían explicar por qué se reactivaban los movimientos precisamente en un momento que se caracterizaba, en el conjunto de las sociedades occidentales, por un gran crecimiento económico y un espectacular aumento en el bienestar.

Nuevos movimientos para nuevos conflictos dicen Donatella della Porta y Mario Diani (1999), cuando se refieren a los nuevos movimientos sociales y a los modelos teóricos que pretenden explicarlos. Así pues, se usa la expresión nuevos movimientos sociales para referirse a un amplio conjunto de acciones colectivas que no han podido ser entendidas ni analizadas por las perspectivas teóricas anteriores, y más específicamente, por las formas de enfocar el que hasta entonces era el prototipo de movimiento social, es decir, el movimiento obrero. En cualquier caso, esto no implica un abandono del marxismo de manera total, puesto que muchos autores lo reivindican como un referente fundamental en el análisis de estos nuevos movimientos. Las teorías emergentes que intentan explicar estos nuevos movimientos se denominan, por lo general, teorías de los nuevos movimientos sociales (New Social Movement Theories), Buechler (2000). 

Estas teorías constituyen la respuesta que, en Europa, las ciencias sociales han ofrecido a la aparición de los movimientos sociales desde los años sesenta y setenta y, de algún modo, vienen a ser una respuesta tanto a los enfoques predominantes en Estados Unidos como a la tradición marxista en el estudio de los movimientos.

Tomado de SAIA  y Varios Autores 

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